'Confirmación en la
Fe y en la Esperanza del Evangelio'
El Papa Francisco, pidió
a los antioqueños presentes en la liturgia y a los colombianos en general a romper
con las prácticas que atentan contra la vida cristiana.
Ante centenares de
seguidores el pontífice pronunció el siguiente mensaje durante la homilía:
Homilía de Papa
Francisco
TEXTO OFICIAL:
“La vida cristiana
como discipulado”
Queridos hermanos y
hermanas:
En la misa del
jueves en Bogotá escuchábamos el llamado de Jesús a sus primeros discípulos;
esta parte del Evangelio de Lucas que comenzó´ con aquella narración, culmina
con el llamado a los Doce. ¿Que´ recuerdan los evangelistas entre ambos
acontecimientos? Que este camino de seguimiento supuso en los primeros
seguidores de Jesús mucho esfuerzo de purificación. Algunos preceptos, prohibiciones
y mandatos los hacían sentir seguros; cumplir con determinadas prácticas y
ritos los dispensaba de la inquietud de preguntarse: ¿Que´ es lo que le agrada
a nuestro Dios? Jesús, el Señor, les señala que cumplir es caminar tras Él, y
que ese caminar los ponía frente a leprosos, paralíticos, pecadores. Esas
realidades demandaban mucho más que una receta, una norma establecida.
Aprendieron que ir detrás de Jesús supone otras prioridades, otras
consideraciones para servir a Dios. Para el Señor, también para la primera
comunidad, es de suma importancia que quienes nos decimos discípulos no nos
aferremos a cierto estilo, a ciertas prácticas que nos acercan más al modo de
ser de algunos fariseos de entonces que al de Jesús. La libertad de Jesús se
contrapone con la falta de libertad de los doctores de la ley de aquella época,
que estaban paralizados por una interpretación y práctica rigorista de la ley.
Jesús no se queda en un cumplimento aparentemente «correcto», Él lleva la ley a
su plenitud y por eso quiere ponernos en esa dirección, en ese estilo de
seguimiento que supone ir a lo esencial, renovarse e involucrarse. Son tres
actitudes que tenemos que plasmar en nuestra vida de discípulos.
Lo primero, ir a lo
esencial. No quiere decir «romper con todo» lo que no se acomoda a nosotros,
porque tampoco Jesús vino «a abolir la ley, sino a llevarla a su plenitud» (Mt
5,17); es más bien ir a lo profundo, a lo que cuenta y tiene valor para la
vida. Jesús enseña que la relación con Dios no puede ser un apego frío a normas
y leyes, ni tampoco un cumplimiento de ciertos actos externos que no llevan a
un cambio real de vida. Tampoco nuestro discipulado puede ser motivado
simplemente por una costumbre, porque contamos con un certificado de bautismo,
sino que debe partir de una viva experiencia de Dios y de su amor. El
discipulado no es algo estático, sino un continuo movimiento hacia Cristo; no
es simplemente el apego a la explicitación de una doctrina, sino la experiencia
de la presencia amigable, viva y operante del Señor, un permanente aprendizaje
por medio de la escucha de su Palabra. Y esa palabra, lo hemos escuchado, se
nos impone en las necesidades concretas de nuestros hermanos: será el hambre de
los más cercanos en el texto proclamado, o la enfermedad en lo que narra Lucas
a continuación.
Asistencia al aeropuerto Olaya Herrera |
La segunda palabra,
renovarse. Como Jesús «zarandeaba» a los doctores de la ley para que salieran
de su rigidez, ahora también la Iglesia es «zarandeada» por el Espíritu para
que deje sus comodidades y apegos. La renovación no nos debe dar miedo. La
Iglesia esta´ siempre en renovación —Eclesia semper reformanda—. No se renueva
a su antojo, sino que lo hace «firme y bien fundada en la fe, sin apartarse de
la esperanza transmitida por la Buena Noticia» (Col 1,23). La renovación supone
sacrificio y valentía, no para considerarse mejores o más pulcros, sino para
responder mejor al llamado del Señor. El Señor del sábado, la razón de ser de
todos nuestros mandatos y prescripciones, nos invita a ponderar lo normativo
cuando esta´ en juego el seguimiento; cuando sus llagas abiertas, su clamor de
hambre y sed de justicia nos interpelan y nos imponen respuestas nuevas. Y en
Colombia hay tantas situaciones que reclaman de los discípulos el estilo de
vida de Jesús, particularmente el amor convertido en hechos de no violencia, de
reconciliación y de paz.
En el aeropuerto de Rionegro el Papa saludaba a un niño de brazos durante el recibimiento |
La tercera palabra,
involucrarse. Involucrarse, aunque para algunos eso parezca ensuciarse,
mancharse. Como David o los suyos que entraron en el Templo porque tenían
hambre y los discípulos de Jesús entraron en el sembrado y comieron las
espigas, también hoy a nosotros se nos pide crecer en arrojo, en un coraje
evangélico que brota de saber que son muchos los que tienen hambre, hambre de
Dios, hambre de dignidad, porque han sido despojados. Y, como cristianos,
ayudar a que se sacien de Dios; no impedirles o prohibirles ese encuentro. No
podemos ser cristianos que alcen continuamente el estandarte de «prohibido el
paso», ni considerar que esta parcela es mía, adueñándome de algo que no es
absolutamente mío. La Iglesia no es nuestra, es de Dios; Él es el dueño del
templo y del sembrado; todos tienen cabida, todos son invitados a encontrar
aquí y entre nosotros su alimento. Nosotros somos simples «servidores» (cf. Col
1,23) y no podemos ser quienes impidamos ese encuentro. Al contrario, Jesús nos
pide, como lo hizo a sus discípulos: «Denles ustedes de comer» (Mt 14,16); este
es nuestro servicio. Bien entendió esto Pedro Claver, a quien hoy celebramos en
la liturgia y que mañana venerare´ en Cartagena. «Esclavo de los negros para
siempre» fue su lema de vida, porque comprendió, como discípulo de Jesús, que
no podía permanecer indiferente ante el sufrimiento de los más desamparados y
ultrajados de su época y que tenía que hacer algo para aliviarlo.
Hermanos y hermanas,
la Iglesia en Colombia está´ llamada a empeñarse con mayor audacia en la
formación de discípulos misioneros, así como lo señalamos los obispos reunidos
en Aparecida en el año 2007. Discípulos que sepan ver, juzgar y actuar, como lo
proponía aquel documento latinoamericano que nació en estas tierras (cf. Medellín,
1968). Discípulos misioneros que saben ver, sin miopías heredadas; que examinan
la realidad desde los ojos y el corazón de Jesús, y desde ahí la juzgan. Y que
arriesgan, actúan, se comprometen.
He venido hasta aquí
justamente para confirmarlos en la fe y en la esperanza del Evangelio: manténganse
firmes y libres en Cristo, de modo que lo reflejen en todo lo que hagan; asuman
con todas sus fuerzas el seguimiento de Jesús, conózcanlo, déjense convocar e
instruir por Él, anúncienlo con la mayor alegría.
Pidamos a través de
la intercesión de nuestra Madre, Nuestra Señora de la Candelaria, que nos
acompañe en nuestro camino de discípulos, para que poniendo nuestra vida en
Cristo, seamos simplemente misioneros que llevemos la luz y la alegría del
Evangelio a todas las gentes. Fuente: Prensa de la organización de la visita papal. Ajuste de texto y diagramación: Bersoahoy.co
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